Una diferencia de 300 kg por hectárea en condiciones normales y de hasta 600 kg/ha en sequía, fueron los resultados obtenidos en parcelas de ensayos de soja de la firma Intagro, con el uso de inductores de resistencia, afirmó en Nación Productiva el Ing. Agr. Sidinei Neuhaus, director técnico de la empresa, quien explicó que son tecnologías que les permiten a los cultivos expresar todo su potencial genético y que, al combinarlos con fungicidas, ayudan a mitigar el estrés causado por patógenos, además de prepararle a la planta para estreses abióticos, como la falta de lluvias y altas temperaturas.
“En los ensayos de la última campaña en condiciones de clima normales, con manejo de fungicidas foliares bien aplicados, registramos respuestas de 150, 250, pasando inclusive 300 kg por hectárea, dependiendo del producto y también del cultivar”, afirmó Neuhaus en el agroclásico de los domingos, ocasión en la que hablamos de los antecedentes, el escenario actual y el comportamiento de las enfermedades en el cultivo de la soja.
Con la condición particular de la zafra pasada, que tuvo buen clima hasta diciembre y un enero seco y caluroso por encima de 35 ºC por varios días, resaltó que se observaron resultados sorprendentes en los ensayos de la empresa.
El experto explicó que los inductores de resistencia son tecnologías que están en el mercado regional hace un tiempo y vienen sumándose al uso de los productores por una necesidad cada vez más frecuente de proteger la soja y otros cultivos.
“Estamos llegando a genética con mayor potencial productivo, no es raro ver parcelas con rindes por encima de 5000 kg, llegando a 6000 kg incluso y eso viene con un mejoramiento genético, una genética que está muy especializada con su metabolismo primario, especializada en producir; sin embargo, esa planta tuvo que dentro del proceso de mejoramiento dejar algunas rutas secundarias de defensa natural”, acotó.
Esta situación, conectada a una mayor presión de enfermedades por el sistema productivo que tenemos con rastrojo y muchas veces soja sobre soja, con el pasar de los años viene aumentando el inóculo primario de las manchas, enfermedades necrotróficas, entre las que se destaca la cercóspora, resaltó Neuhaus.
“Ahí nos sorprendieron algunos ensayos en los que tuvimos respuesta de más de 600 kg por hectárea, quedó muy evidente la respuesta de que esa planta llegando los 90 días con menos enfermedad, sintió menos el estrés del ambiente, la planta perdió rendimiento, pero igual hubo una diferencia importante de productividad”, concluyó.
El profesional explicó que esta tecnología también le ayuda a la planta a defenderse de los efectos abióticos, ya que activa sustancias que le permiten defenderse en periodos de estrés. “Ese periodo de altas temperaturas con 12 o 14 días sin lluvias y que la planta me aguante cuatro o cinco días más hasta la próxima lluvia, cuando estoy trabajando con los inductores de defensa se nota claramente”, remarcó.
Los fungicidas están entregando control, pero debido a la genética de alto potencial productivo de las plantas, necesitan mayor protección. Para lograrlo, se combina un buen fungicida con inductores de defensa que ayudan a mitigar el estrés causado por patógenos y también mejoran la tolerancia a condiciones climáticas adversas.
“Como barrera física para que el hongo no pueda penetrar a la planta esa es una respuesta que nos da la planta cuando inducimos la defensa y otras formas son activar algunas rutas como, por ejemplo, el ácido salicílico, que después va a producir proteína BR, que está relacionada a patógenos, o sea que la planta tiene una respuesta de estímulo con esa aplicación y luego tiene una respuesta cuando tengo algún avance de un patógeno sobre la planta. De manera resumida más o menos son estos los conceptos de los inductores de defensa”, expresó.
Los inductores de defensa son una herramienta preventiva que le prepara a la planta para defenderse de las enfermedades. Funcionan como una «llave» que activa sus mecanismos de defensa naturales, que les permite responder más eficazmente cuando se enfrenta a patógenos. Esta tecnología debe usarse de manera asociada con los fungicidas, especialmente en la primera aplicación, para proteger le al cultivo desde el inicio de su ciclo de desarrollo. No reemplaza a los fungicidas, sino que los complementa.
Por último, subrayó que están trabajando con varias tecnologías hace un buen tiempo dentro de distintos programas de manejo con resultados variados, pero acotó que cuando estos se realizan con fungicidas los resultados son mejores.
[Foto: Sidinei Neuhaus / Archivo / Productiva C&M]