La gran frontera agrícola se expandió en los campos bajo en las últimas campañas, en donde los productores buscan establecer planes de manejo específicos para generar renta en estos ambientes de por sí ya desafiantes. Dentro del amplio abanico de variables a analizar y estabilizar, la adaptación de variedades de soja para las áreas bajas sigue siendo un desafío importante que deben asumir los productores, según comentó en Nación Productiva, el Ing. Agr. Carlos Kañuka, director de Agro 3K.

 

El director de Agro 3K, establecimiento agrícola ubicado en la zona de Yegros, Caazapá, expresó en Nación Productiva que no existe estudio de variedades de soja para este tipo de suelos, por lo tanto, está adaptando materiales genéticos de tierra, con el propósito de adecuar a los campos bajos. Enfatizó que el objetivo es encontrar materiales que aguanten la humedad con ciertas resistencias en la vaina, ya que a veces las condiciones climáticas no dan tregua para entrar y los cultivos ya están listos para ser cosechados.

 

El productor explicó que, en el primer año de trabajo en los campos bajos en la zona de Caazapá, para zafra 2023/24, probaron algunas variedades, según recomendaciones de la gente con mayor experiencia en estos ambientes, pero que, para el segundo año, se interiorizaron más de los posibles materiales para este tipo de suelos. Lamentó que no existan estudios de variedades de soja para suelos bajos en nuestro país.

 

“Lo que estamos haciendo es llevar materiales de tierra alta, buscando que se adecuen al suelo bajo. Lo que nosotros pudimos ver que se está desarrollando mejor es la NS 6483, la Mbarete y la tradicional Garra; ahora en esta zafra que está entrando vamos a tratar de colocar la variedad de Nexus también”, afirmó.

 

Enfatizó que el objetivo de acuerdo a la experiencia dentro del establecimiento, es encontrar materiales que aguanten más la humedad del suelo, con ciertas resistencias en la vaina, ya que a veces las condiciones no dan para entrar, mientras que los cultivos ya están listos para ser cosechados. “Buscamos que esté un poco más resguardado el grano en la vaina, y esas variedades mencionadas tienen esas características”, aseguró.

 

En cuanto a costo de producción, mencionó que el 80% del área ya está con siembra directa y solamente el 20 % del suelo será labrado, lo cual reduce el costo de combustible. Acotó que el objetivo es bajar la inversión, teniendo en cuenta el bajo precio del grano, aunque destacó que debe buscar el equilibrio para obtener un buen rinde.

 

“Yo tengo presupuestado con el precio actual de la soja, que puede fluctuar, bajar o subir, 2.400 kilos por hectárea; es el costo de producción que tenemos nosotros en el suelo bajo”, alegó.

 

Resaltó que el objetivo de la empresa es estabilizar bien el área de 640 hectáreas para alzar el nivel productivo y luego ir creciendo en superficie. “No queremos hacer un área grande y producir poco, queremos producir bien”, enfatizó.

 

Entre los aprendizajes durante el desarrollo del campo, mencionó que la adquisición de equipos pequeños fue un error por miedo a un endeudamiento elevado; como así también no haber manejado la pastura vieja, antes de realizar el trabajo de labranza de suelo; además, de los trabajos la canalización que se realizaron de forma tardía repercutiendo en la primera zafra en la que perdieron mucha área de siembra por no terminar los balos a tiempo.

 

El productor recordó que en los suelos bajos con 10 o 15mm de lluvia se debe esperar 4 a 5 días e inclusive a más para seguir con los trabajos, y como punto positivo, mencionó la cantidad mínima de malezas, plagas y enfermedades, resistentes a defensivos agrícolas que existen en estos ambientes.

 

Finalmente, animó a los productores para trabajar en los suelos bajos y a las empresas para tratar de brindar más información y acercar a los productores. “Es una experiencia interesante y deja un buen margen cuando acompaña el clima”, concluyó.

 

[Foto: Ing. Agr. Carlos Kañuka y hermano/ Archivo/ Productiva C&M]