Varios patógenos afectan el cultivo de soja y con cada siembra los agricultores enfrentan desafíos a superar con relación al manejo fitosanitario de enfermedades. En este contexto, en este último se destacan los problemas relacionados con la roya asiática y la mancha foliar de la soja (septoria, antracnosis, mancha anillada y cercospora tizón/púrpura).
*Dra. Carolina Cardoso Deuner 1 / Monikeli Aparecida da Silva 2 – Simposio de Sanidad de la Soja
El control más eficiente, duradero y eco[1]nómico de las enfermedades en las plantas se obtiene por la suma de las medidas de control disponibles y nunca por una práctica aislada. Se vuelve importante para el establecimiento de medidas racionales de control, el conocimiento del clima (El Niño, La Niña y neutro), del hospedero (reacción del cultivar a las enfermedades) y del patógeno (control químico, biológico, cultural y genético), o sea, conocimiento del triángulo de la enfermedad.
Cuando se utilicen fungicidas para el control de enfermedades en la parte aérea de la soja, se deben adoptar criterios para su aplicación. La recomendación de control químico ha evolucionado mucho a lo largo de los años y desde la década de 1950 en adelante cada aplicación se llevó a cabo en base a un programa de aplicación fijo.
De esta manera, se aplicó fungicida independientemente de su necesidad, aumentando el costo de producción y los problemas ambientales. A partir de la década de 1980 se empezaron a recomendar aplicaciones de fungicidas en función de la edad de la planta y al mismo tiempo, se empezó a observar la historia de la zona. Entre las décadas de 1980 y 1990 la fenología del cultivo (aplicación de fungicidas en R1-inicio de la floración), el análisis de enfermedades en campo (incidencia y severidad), así como la condición climática de la región se convirtieron en parámetros importantes para la recomendación.
Con el avance de las moléculas de fungicidas también hubo un gran avance en las recomendaciones, y a partir del 2006 se basaron en el modo de acción (aplicación preventiva), ya que el fungicida puede actuar de diferentes formas para controlar el hongo, ya sea previniendo germinación y/o producción de esporas y causando el colapso del tejido aun cuando se encuentre dentro de la planta.
La aplicación preventiva de fungicidas aprovecha al máximo el potencial productivo del cultivo; sin embargo, daña innecesariamente el medio ambiente. Por lo tanto, la adopción de criterios como el modo de acción (aplicación preventiva) asociado a la alternancia de grupos químicos contribuye a la longevidad de las moléculas de los fungicidas y a la sostenibilidad del control de enfermedades. Si esta se asocia a la resistencia genética, permite mantener la eficacia de los fungicidas y a mediano plazo genera mayor seguridad en la actividad agropecuaria.
El control químico es sin duda la estrategia más utilizada por los productores, por lo que existe una gran preocupación por reducir la sensibilidad del hongo a los fungicidas. Ya existe evidencia de sensibilidad reducida para el grupo químico triazol, estrobilurina y carboxamida para varios patógenos, y este hecho se debe en gran parte al uso de fungicidas con el mismo mecanismo de acción, con alta presión de enfermedad (aplicaciones erradicantes) y subdosis de fungicidas, ya sea de forma consciente, reduciendo la dosis en el tanque o por error de la tecnología de aplicación.
Esto resultó en una reducción en la eficiencia de los fungicidas; por lo tanto, se pueden utilizar algunas estrategias para minimizar esta situación, tales como: aplicar fungicidas de manera preventiva, aplicar al menos una mezcla de dos grupos químicos alternando los mecanismos de acción, usar fungicidas multisitio en asociación con sistémicos, uso de fungicidas aplicando la dosis correcta, respetando los intervalos de aplicación y utilizando tecnología de aplicación que permita una deposición satisfactoria en todos los tercios de la planta. Por lo tanto, como sugerencia, el productor debe aplicar fungicidas de manera preventiva, alternando los grupos químicos (triazol + estrobilurina, carboxamida + estrobilurina, carboxamida + triazol o carboxamida + estrobilurina + triazol) con la adición de fungicidas multisitio, y dejar de usar solo triazol + estrobilurina en todas las aplicaciones o fungicidas solos.
Es importante señalar que para obtener la máxima efectividad del control químico se lo debe insertar dentro de un programa de manejo integrado, en el cual se deben utilizar otras medidas de manejo de manera asociada para mantener la eficiencia de esta estrategia en el mayor tiempo posible.
1- Profesora de Agronomía y Posgrado en Agronomía – Universidad de Passo Fundo – Facultad de Ciencias Agrarias, Innovación y Negocios (ESAN), Campus I, Bairro São José – BR 285 – KM 171, PO Box 611, Passo Fundo, RS , Brasil . CEP 99052-900. carolinadeuner@gmail.com
2– Estudiante de Doctorado en PPGAgro en la UPF.
[Material publicado en el segmento Técnica Agrícola de la edición Nº 98 de diciembre de Revista Productiva, páginas 22 y 24]
[Foto : Productiva Comunicación & Marketing S.A. ]