La ganadería bovina de Estados Unidos atraviesa uno de los momentos más delicados de su historia reciente. Una combinación de factores sanitarios, económicos y productivos está presionando a toda la cadena: el menor hato en más de 70 años, el cierre de una de las principales plantas de Tyson Foods, una de las mayores procesadoras de carne del mundo, y el avance de la bichera (gusano barrenador del ganado) en América Central y México, frontera con EUA. El resultado es un escenario que especialistas describen como una “tormenta perfecta”, con un riesgo real de ruptura en el abastecimiento de carne bovina en ese país.

 

La ganadería estadounidense enfrenta el hato bovino más reducido de los últimos 70 años, resultado directo de años de sequía severa, costos elevados de alimentación y el acelerado sacrificio de vientres en 2022 y 2023.

 

Con los pastizales devastados y el maíz en alza, miles de productores se vieron obligados a reducir sus rodeos. El número de terneros cayó, la oferta de animales para faena se redujo y los frigoríficos comenzaron a operar con capacidad limitada.

 

La escasez de ganado ya provoca precios récord para el consumidor y presiona a toda la industria, que depende de un ciclo productivo lento y costoso para recuperarse.

 

El impacto en la industria frigorífica es severo. En noviembre de 2025, Tyson Foods, una de las mayores empresas de carne bovina del mundo, anunció el cierre de su planta de Lexington, Nebraska, a partir de enero de 2026.

 

La unidad faenaba cerca de 5000 cabezas por día y empleaba a 3000 trabajadores. La empresa justificó que el nivel de escasez del hato volvió su operación económicamente inviable. Solo en 2025 Tyson gastó casi USD 2000 millones adicionales para comprar ganado. Su división de carne bovina también registró más de USD 425 millones en pérdidas en el último año fiscal.

 

Con la planta cerrada, la cadena local se resiente: menos competencia por la compra de ganado puede reducir los precios pagados al productor, al mismo tiempo que disminuye la capacidad nacional de procesamiento.

 

A esto se suma una amenaza sanitaria, que llega en el peor momento posible. El brote de bichera (Cochliomyia hominivorax), una especie de mosca cuyas hembras depositan larvas carnívoras en las heridas de los animales, alcanzó un nuevo nivel crítico en 2025. Aunque no existen registros dentro de Estados Unidos, el avance de la plaga por México y América Central les preocupa a las autoridades norteamericanas y mantiene la frontera prácticamente cerrada para el ganado mexicano desde mayo.

 

El 4 de noviembre, en una entrevista exclusiva con Reuters, la secretaria de Agricultura de EE. UU., Brooke Rollins, afirmó que el país no está listo para reabrir la frontera al ganado mexicano, a pesar de la presión política interna y de los esfuerzos de México para contener el avance de la plaga.

 

Según Rollins, el presidente Donald Trump está “muy enfocado” en la reapertura de la frontera, pero la situación aún no permite un retorno seguro. Señaló: “No hemos llegado al punto en el que me sienta cómoda reabrir los puertos”, y destacó que es necesario “tener plena confianza en que no dejamos ninguna piedra sin revisar” antes de restablecer el flujo de animales.

 

Mientras tanto, el brote continúa avanzando hacia el norte desde América Central. México intensificó las acciones de contención, pero el riesgo sigue siendo alto para ambos países. Si el parásito cruza la frontera, el impacto podría ser devastador: solo en Texas, las pérdidas podrían llegar a USD 1800 millones, según el USDA.

 

Con la frontera prácticamente cerrada hace meses, el ingreso de ganado mexicano, fundamental para abastecer los feedlots estadounidenses, se desplomó, lo que agravó la falta de animales en plena entrezafra y elevó aún más los precios de la carne dentro de Estados Unidos, que alcanzaron niveles históricos en 2025. Los cortes premium superaron los USD 11 por libra, y hasta la carne molida, base del consumo estadounidense, subió más del 15 % en algunos meses.

 

El impacto directo lo siente el consumidor y la Casa Blanca ya describe la situación como una “emergencia económica”.

 

La combinación de una amenaza sanitaria sin precedentes en décadas, el menor hato desde 1952, el cierre de uno de los mayores frigoríficos del mundo, importaciones prácticamente paralizadas e inflación en la carne bovina, configura un escenario de extrema vulnerabilidad.

 

Aunque el ciclo ganadero históricamente es oscilante, especialistas afirman que la estructura productiva de EE. UU. está bajo fuerte estrés y cualquier falla, especialmente si la bicherera cruza la frontera, podría desencadenar una crisis de abastecimiento sin precedentes en la mayor economía del mundo.

 

La recomposición de los rodeos será lenta y los próximos meses serán decisivos para determinar si Estados Unidos logrará evitar un colapso más profundo en su cadena cárnica.

 

[Fuente: CompreRural]