Después de dos años de bajos rindes en el norte del país, la llegada del fenómeno climático El Niño generaba una mayor expectativa por la abundancia de lluvias que generalmente lo caracteriza. No obstante, el cultivo de soja se vio afectado al final de su desarrollo por el impacto del excesivo calor, sobre todo, que en corto tiempo lo mató. A esto se sumó la falta de precipitaciones, señaló a Nación Productiva el Ing. Agr. Ismio Arzamendia, gerente técnico y administrativo de Agroganadera Arroyo Ita, ubicada en San Pedro.

 

El entrevistado mencionó que la siembra de soja en Agroganadera Arroyo Ita (San Pedro) se atrasó 30 días por la falta de agua, por lo que inició el 20 de octubre y se pudo concluir el 12 de noviembre. Si bien llegaron las lluvias, se esperaban que acompañen todo el ciclo del cultivo.

 

Aceleramos nuestra siembra para que podamos aprovechar ese momento y terminamos el 12 de noviembre con 650 hectáreas”, precisó Arzamendia.

 

Asimismo, puntualizó que se registró una buena germinación del cultivo, pero el estrés hídrico se acentuó a finales de enero e inicios de febrero, cuando las olas de calor y la falta de lluvias se presentaron.

 

“Teníamos soja alta y con vainas y granos formándose, pero ese calor excesivo y la falta de lluvias en forma siguiente mataron a la soja”, subrayó.

 

El entrevistado reflexionó incluso que si el calor no hubiera sido excesivo, aún con la falta de lluvias el cultivo podría haberse salvado. Sin embargo, las temperaturas por encima de 40 ºC, sumadas a la escasez de precipitaciones causaron estragos.

 

El gerente técnico y administrativo de Agroganadera Arroyo Ita indicó que la cosecha de la primera siembra tuvo un promedio de 1500 kg por hectárea.

 

Con base en este impacto y considerando los costos operativos y de insumos, explicó que no se cubre el punto de equilibrio. “Veníamos con cuentas atrasadas y tampoco eso vamos a poder cubrir”, acotó. Resaltó, además, que la expectativa inicial era de 4000 kg.