A través de Productiva Life vamos conociendo historias extraordinarias y la que compartimos en esta edición involucra a una mujer guerrera que enfrentó y desafió a propios y extraños. La protagonista en esta oportunidad es Teresita Adorno, una emprendedora que tuvo que superar adversidades, pero que sigue alimentando sus sueños, junto a su gran equipo de trabajo.

 

¿Cómo describís a tus padres?

Mi padre es un señor superactivo; yo nunca le vi amanecer en la cama, por ejemplo, y creo que eso él nos transmitió a todos. Mi madre es una maestra que toda su vida también enseñó en tres turnos; es decir, venimos de una familia muy trabajadora.

 

Para mí ellos son mis tesoros y le doy gracias a Dios que están vivos aún. De parte de mi madre mi abuelo siempre fue agricultor (yerbatero) en la zona de Caazapá y de parte de mi papá, mi abuelo es excombatiente; o sea, venimos de una familia humilde, pero trabajadora y muy guerrera.

 

¿Cuántos hermanos tenés? ¿Cómo fue tu infancia?

Somos cinco hermanos. Tengo mi hermano mayor que es Luis, con quien siempre jugábamos, después nació mi hermana, otro hermano, que es médico, y después vino el menor.

 

Con Luis pasamos toda la niñez y la adolescencia juntos. Mi papá era acopiador de algodón, entonces para nosotros la vida era siempre del trabajo de campo y jugábamos con las latitas de sardinas; yo no jugaba a las muñecas, yo jugaba a los camiones.

 

Recuerdo que teníamos que cargar el algodón que venía en las carretas, se extendía a secar al sol y de ahí nosotros teníamos que limpiarlo y cargarlo.

 

El otro trabajo era ir al arroyo y eso ya para nosotros significaba lavar el camión. Venimos de una familia que trabaja, que nunca escatimó y siempre le ganábamos al sol.

 

“Venimos de una familia que trabaja, que nunca escatimó y siempre le ganábamos al sol”

¿Cómo viviste tu época de estudiante?

En cuanto al estudio, siempre me gustó estudiar y fui la mejor alumna en mi colegio. Después, por situaciones económicas mi papá dejó todo y se fue a Ciudad del Este con otras esperanzas y expectativas de vida, pero él se quedó prácticamente en la calle porque con el algodón dio mucho préstamo y nunca más pudo tener un retorno porque en esos años no salía bien.

 

Me fui a Asunción con 16 años porque yo soy muy apasionada de la medicina y dije “voy a estudiar medicina” porque en Ciudad del Este no había la carrera. Hice el cursillo de ingreso en la universidad de ahí en más estaba muy sola con 16 años y viví en una casa en la que no me gustaba mucho y me pasaba llorando.

 

A mí me encanta la medicina y yo hubiera ingresado si aguantaba el famoso techaga’u (añoranza). Papá vino un día, me encontró llorando y ahí mismo me dijo: “ahora cargas tu maleta y vamos a Ciudad del Este, no importa si no estudias, algún día vas a estudiar”.

 

¿Qué hiciste luego de eso?

Trabajé y estudié para ser maestra de Guaraní. Empecé a enseñar en un colegio y mi papá empezó a trabajar desde cero.

 

Enseguida tuvimos otra vez nuestra casa. Hasta que, bueno, tocó la hora de volver a la facultad y ahí Luis me dice: “yo me voy a sacrificar, voy a dejar la facultad, pero yo quiero que vos estudies; yo voy a trabajar con papá”.

 

Yo estaba en el cuarto año cuando me casé y terminé la facultad embarazada de mi hija Camila.

 

Empecé a estudiar química porque no había medicina. Estudié química, pero no por pasión, sino por convicción, pero no ejercí la profesión.

 

¿Cuándo te adentraste en el sector de la producción?

Mi exesposo es comerciante y como en esa época en Ciudad del Este el comercio era pujante, le fue muy bien y empezó a invertir en los campos. En eso yo empecé a conocer lo que es el campo, si bien mi abuelo y mi papá tenían sus chacras, no eran campos extensos.

 

Yo, realmente, me bauticé en el Chaco, yo me fui con Luis a aventurarme por ahí. Yo tenía 22 años cuando empecé en el Chaco, pero no existían caminos, no existía la Bioceánica.

 

Mi papá se fue a trabajar con nosotros y para mí fue una experiencia extraordinaria.

 

¿Qué hiciste luego?

Empecé a estudiar todo lo que se refiere a la agricultura. Como soy química empecé a manejar todo lo que son los fertilizantes y en la ganadería fue lo mismo con la nutrición animal, que se basa mucho en química del suelo, entonces me fue todo fácil, pero no niego que el Chaco a pesar de todas las situaciones fue mi gran maestro y me apasionaba viajar por el monte.

 

Mucho antes de mi condición de salud yo cambié los tacos por las botas. Me encantaba ir con los peones un día entero por los riachos y ahí aprendí; mi gran maestro fue el Chaco.

 

“Por situaciones adversas yo pasé un secuestro, pero agradezco las cosas malas que me pasaron porque eso me catapultó para ser lo que hoy soy también”

¿Cuáles fueron los momentos difíciles que atravesaste en ese momento?

Nadie me valoraba a mí porque yo era la “es posa de” y no era Teresita. Por situaciones adversas yo pasé un secuestro, pero agradezco las cosas malas que me pasaron porque eso me catapultó para ser lo que hoy soy también.

 

Con Luis hicimos cursos de manejo de ganadería y ahí le conocí a Antonio Chaker. Le invité y le dije que tenía cuatro establecimientos y que quería presentarle a mi marido un proyecto; él vino acá e hizo un proyecto espectacular y en ese ínterin fue mi separación.

 

Yo empecé esto como cero a la izquierda, con una cuenta de USD 2,5 millones más los intereses. Por eso digo un triángulo perfecto: mi proyecto en riesgo, me separo y el tercero que vino: el cáncer, en menos de 6 meses.

 

Ahí el licenciado me dijo “yo te voy a ayudar, si vos te animás tenemos que pagar la cuenta, no hay alternativa acá” y ahí empezamos el trabajo.

 

Cuando me enfermé se complicó todo otra vez, pero nunca escatimé en decir “no”. El triángulo de soluciones en mi vida fue la actitud, mi fe inquebrantable y la ciencia.

 

“El triángulo de soluciones en mi vida fue la actitud, mi fe inquebrantable y la ciencia”

Mensaje final

Mi sueño es seguir ayudándole a la gente. Tengo una fundación que quiero desarrollar en forma personal. Estoy haciendo mi libro y sigo haciendo un curso de coaching mental y espiritual en Esta dos Unidos. Viajo cada tres meses y mi sueño más profundo es seguir viajando; es decir, que esto sea automático.

 

Este lugar -el campo- es resiliencia, paciencia y persistencia. Puedo decir que todos los valores que a mí me volvieron una líder bambú, que aguanta todas las tormentas, pero es flexible.

 

Yo sentí tanta discriminación, inclusive de mi propia familia. Siempre se puede y somos los que alimentamos al mundo, entonces, por qué se va a hacer un prejuicio por un productor que está sacrificándose.

 

Tenemos esa esperanza de que un día real mente Paraguay pueda multiplicar su producción y todos estemos bien. Lo que se está viendo iba a ser imposible que lo hiciera sola. Hoy, con todo mi equipo tengo una meta que ellos también tienen que crecer porque gracias a ellos nosotros estamos creciendo.

 

Para ser un buen líder tenés que ser un líder bambú, entender a las personas en sus virtudes y en sus defectos.

 

FICHA PERSONAL

Teresita Adorno es una mujer emprende dora, nacida en Villarica, Guairá. Actual mente, produce en la región de Puente Kyha, departamento de Canindeyú. Trabaja junto a su hermano y su equipo de colaboradores, promoviendo el desarrollo sostenible.

 

Su emprendimiento es Agroganadera Karanda’y Poty, que lleva adelante un trabajo de intensificación ganadera constante.

 

Como mujer tuvo que superar varias pruebas en su vida, como su divorcio, un secuestro y el cáncer. Hoy está más fuerte que nunca y busca emprender proyectos de alto impacto en su unidad productiva.

 

[Material publicado en el segmento Entrevista de la edición Nº 118 de agosto de Revista Productiva, páginas 12 y 13]

[Foto icon-camera : Revista Productiva]