Con el objetivo de contribuir con el cuidado del medio ambiente, la mayor empresa agroalimentaria de Estados Unidos (y del mundo), Cargill, resolvió reducir un tercio la emisión de gas metano en su producción cárnica. Esta decisión será realizada en un plazo de 10 años, publica el diario Clarín Rural.

 

El metano es un elemento que comprende una parte reducida pero extraordinariamente polucionante de la emisión de dióxido de carbono (CO₂) en la atmósfera.

 

El sistema Cargill reúne a ocho grandes frigoríficos en EE.UU. y Canadá, y esta cadena es la que lo ha convertido en el principal proveedor de carne vacuna en el mercado norteamericano.

 

Prácticamente, todo el negocio frigorífico norteamericano está en manos de cuatro grandes compañías: Cargill, JBS, National Beef y Tyson Foods, todas ellas transnacionales de proyección mundial y las cuatro tienen también programas de reducción de emisión de gas metano.

 

La ganadería norteamericana, así como la producción agrícola, es la más eficiente del mundo, y por lo tanto, la menos contaminante en términos de emisión de gas metano.

 

De acuerdo con el cálculo del Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA), el ganado vacuno estadounidense (90 millones de cabezas en 2018) emite cinco millones de toneladas de gas metano por año -tres veces más que el conjunto del sector petrolero-, a los que hay que sumar 135 000 toneladas de metano anuales provenientes de los desechos animales.

 

Clarín Rural señala en su publicación que la industria proveedora de carne estadounidense es la que tiene menos intensidad de emisión de gas metano en el mundo, con la particularidad de que la mitad de la emisión de dióxido de carbono (CO₂) de la agricultura norteamericana proviene de la industria cárnica y dentro de ella, la capacidad de emisión de metano del ganado bovino es tres o cuatro veces superior a la derivada de la producción porcina o aviar.

 

El sistema digestivo bovino, en ese sentido, es un mecanismo extraordinariamente eficiente de conversión del material fibroso de altos contenidos de carbohidratos en alimentos de elevada calidad nutritiva, ante todo carne y leche.

 

Además, produce metano en grandes cantidades. El metano es un gas con efecto invernadero que contribuye aproximadamente con el 18 % del calentamiento global, también denominado “cambio climático”.

 

El rasgo distintivo del metano es que es 20 o 30 veces más contaminante que el dióxido de carbono (CO₂). En segundo lugar, su tasa de acumulación ha crecido exponencialmente por encima del CO₂, lo que significa que su importancia estratégica en el calentamiento de la atmósfera es cada vez mayor.

 

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), la emisión de gas metano por el ganado bovino aumentó en el mundo a 58 millones de toneladas en 2018, lo que representó 73 % del total de las emisiones de las especies domésticas.

 

La producción de metano depende en forma directa de las características de la dieta bovina, por ende, los países que disponen de amplias posibilidades alimentarias en su población animal tienen menos emisiones de gas metano y mayores eficiencias energéticas. En el mundo avanzado las emisiones de metano son de 35 kilos/año de alimentación por animal, en tanto que la de los países en desarrollo es 55 kilos/año/animal.

 

En otras palabras, la emisión de metano es energía alimentaria que se transforma en gas y que, por lo tanto, es desaprovechada por el animal, lo que reduce su eficiencia energética. En términos energéticos, la emisión de metano es un desperdicio.

 

A nivel mundial, el crecimiento del consumo de carnes es una tendencia imparable. De acuerdo con la FAO, esto aumentará más de 80 % en 2030 en los países emergentes y en desarrollo, para trepar luego a 200 % o más en el año 2050.

 

Por esta razón, el ganado bovino superó en el mundo los 1000 millones de cabezas en 2017, y con Brasil liderando esta tendencia mundial por su condición de poseedor de un rebaño de más de 200 millones de animales, se ha transformado en el principal exportador mundial.

 

Actualmente India, con 1400 millones de habitantes, dispone de más de 300 millones de vacunos, pero por motivos culturales e históricos derivados de la religión hindú, este inmenso stock está fuera del mercado y del consumo.

 

En conclusión, todo aumento de la productividad pecuaria disminuye en forma más que proporcional la emisión de gas metano; en consecuencia, reduce la participación de la ganadería en el calentamiento de la atmósfera o “cambio climático”.

 

[Fuente: Clarín Rural]